viernes, 19 de febrero de 2016

Amor y perdón (Parte I)

"Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama." Lc 7:47


Le decía el padre con mucho dolor a su hijo en aquella canción (Amor y Control) de Rubén Blades:

“Aunque tu seas un ladrón y aunque no tienes razón, yo tengo la obligación de socorrerte. Y por mas drogas que uses y por mas que nos abuses, la familia y yo tenemos que atenderte”
La raíz de iniquidad de nuestras vidas impide a la mente procesar con claridad el fenómeno del perdón como fuente de gozo, satisfacción, plenitud y armonía. Esto ocurre por estar acostumbrados al castigo no como forma de corrección, sino como la manera de hacer que la otra persona restituya el mal que ha causado. Es decir, la persona culpable de una mala acción a la sociedad, debe “pagar” con prisión, multa, recibir un daño físico (los latigazos o las amputaciones de miembros en pasadas épocas) o en algunos sistemas judiciales bastante reprochables de nuestros días, la tristemente célebre pena de muerte. Si esto hubiera funcionado, la maldad no se habría multiplicado en el mundo. Por eso como escribió el Apóstol Pablo, el amor es un camino más excelente.

Jesús se encontraba en cierta oportunidad recibiendo un regalo maravilloso de una mujer a quien se le acusaba de ser una pecadora (Lea esta historia completa en La Biblia; Lucas, 7:37-50). Esta mujer seguramente sentía cada día la acusación del mundo en su rostro como un escupitajo y sobre sus hombros miles de latigazos, de reproches y juicios de valor. Esta mujer sentiría una herida tan grande, que como cualquier delincuente, disfrutaría hacer daño y ver como otros también caían en pecado, como una especia de venganza y resentimiento por tanto azote moral. Definitivamente esta mujer no amaba la sociedad, pues su entorno solo le habría causado dolor.

Sin embargo algo distinto encontró en Jesús para manifestarle amor. Y no solo le hizo un regalo material muy costoso, dio una muestra enorme de arrepentimiento y de lo que sentía al desgarrar su alma en una valiente y decidida petición espiritual de perdón. Pues a nadie había hecho mas daño esta mujer con su pecado que al Espíritu Santo de Dios.


Ella fue una mejor persona a partir de ese momento. Ella demostró amor  al derramar de su perfume sobre el Maestro y Jesús derramo sobre ella amor y perdón. No permitas que la mente y el convencionalismo sobre el castigo te sigan engañando y atando al rencor. Ama y siente como de tu corazón brota el perdón. Ya Dios lo puso allí, pues El ya te perdonó.

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