Una palabra diaria, que viene de Dios
En
muchas ocasiones he expresado mi desacuerdo con este refrán popular. La razón
es que su enunciado sugiere varias ideas duras de aceptar. La primera es que
cualquiera puede convertirse en ladrón solo por contar con las condiciones
apropiadas para serlo. La idea me desagrada, pero lamentablemente es cierta.
Recientemente
he revisado un estudio titulado La ocasión hace al ladrón. Teoría práctica para
la
prevención del delito del cual extraigo el siguiente párrafo:
El
comportamiento individual es producto de una interacción entre la persona y el
entorno físico. La mayoría de las teorías criminológicas solamente prestan
atención al primer aspecto y se plantean por qué ciertos individuos pueden
tener una mayor o menor inclinación delictiva. Con ello se deja de lado el
segundo aspecto, consistente en las características relevantes de cada
escenario que ayudan a convertir las inclinaciones delictivas en acción.
De aquí podemos concluir que se
pueden evitar o generar condiciones sociales para el delito, pero: ¿Qué ocurre
con las condiciones ambientales, físicas, sociales y en general externas que
también pueden ser generadas para activar conductas que respondan a principios
y valores positivos? Es decir, si la oportunidad hace al ladrón: ¿no puede
también una oportunidad favorable hacer al honesto o al justo?
Pues bien, aquí les dejo una
clave para conseguir siempre la más favorable de las oportunidades, debido a
que en principio pueden considerarla como algo externo, pero al tomarla, formará
parte de sus vidas para siempre. Se trata de la misma oportunidad que tuvieron
un par de ladrones mientras estaban siendo severamente castigados por su delito
en tiempos del imperio romano. En medio de ellos y también clavado en una cruz,
se encontraba uno que jamás cometió alguna falta en contra de la sociedad que
le condenaba.
“Había
también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ESTE
ES EL REY DE LOS JUDÍOS. Y uno de los malhechores que estaban colgados le
injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió,
diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a
la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos;
mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu
reino.
Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el
paraíso.” Lc 23: 38-43
Jesús es la gran oportunidad para
que todo aquel que se haya hecho “ladrón”, ahora sea justo, sabio, salvo e hijo
de Dios.
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